Ser Hallista, no es para todos, sino para aquel que libremente, se somete a una disciplina y estoicamente mantiene su dignidad...
En aquellos años, algunos padre de familia, erróneamente, pensaban, que metiendo al Hall a su hijo, este se enderezaría y sería un mejor muchacho, pero el Hall no era, ni es, un centro correccional, porque nadie puede permanecer, sin sentir el llamado al deber en su corazón.
Para comenzar, había que aprobar un examen de admisión y luego de eso había una selección de los aspirantes; luego si se lograba ingresar, nada podía garantizar la permanencia, tan solo el tesón y la persistencia. Y luego había que someterse libremente a una disciplina, que de cierta forma se resumía en el reglamento.
Pero contrario a lo que se puede creer, dicho reglamento, no contenía sólo sanciones y castigos, también contemplaba méritos que se podían ganar y metas que se podían alcanzar. Ya que en el Hall, las recomendaciones o influencias estaban de más, nadie las tomaba en cuenta, pues la mejor recomendación era uno mismo.
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