domingo, 1 de mayo de 2011

“Sin Insignias”


“Sin Insignias”

(Crónica de un Recluta)

El ambiente navideño, aun se podía respirar en las calles, el olor a pólvora y uno que otro cohetillo tronando por aquí y por allá… Los suaves vientos de enero parecían anunciar el inicio de aquel nuevo año  de1979, que traía para las aspirantes nuevas vivencias y experiencias, que sin ellos saberlo se grabaría en su mente y corazón…

¡Enero esta a la vuelta de la esquina! Cuantas veces  lo escucharon, pero diciembre tiene esa magia de envolver el alma y arrullar el corazón, principalmente  la de los patojos, que entre juegos, tradiciones y cohetillos se la pasan  inolvidable… Pero finalmente enero llego y con él, el día de las inscripciones, (para aquel selecto grupo  de  aspirantes a caballeros alumnos, que obtuvieron las mejores notas en el examen de admisión)  que resulto para algunos un día doloroso, dado que le decían adiós a un fiel compañero que estuvo con ellos desde que nacieron, su cabello, del cual quedaría apenas un copete, donde meses después se acomodaría el birrete. Uno a uno entraron los aspirantes, con sus diferentes estilos de peinado, unos con el pelo a un lado, otros al estilo Travolta… Se sentaban en la silla del barbero y en menos de lo que dura un aguacero, perdían la cabellara y con ella le decían adiós sin pretenderlo a una niñez que años después extrañarían.

Solo el corte de pelo, era ya una distinción entre sus amigos, lo cual no pocas veces era motivo de bromas y comentarios entre los amigos del barrio. No faltaba quien les dijera que no aguantarían ni un mes o que acaso sobrevivirían solo aquel año.  Dichos comentarios tenían una base que en poco tiempo comprobarían.  A la semana  siguiente, aquel primer día empezó de madrugada, antes que el sol se asomara, transportándose  por sus propios medios o el transporte público  de su casa al instituto.  Uno a uno fueron llegando  los aspirantes y allí los esperaban los que estarían a cargo  de los nuevos reclutas, entre oficiales y galonistas.  Todo aquello resultaría  en una novedad para aquellos niños, para los cuales, los uniformes, la disciplina militar, las jerarquías (la antigüedad, los grados) y el nuevo lenguaje que se usa en las filas castrenses les era desconocido.

Para todo aquello no hubo un preámbulo, ni una inmersión gradual, pues desde el primer momento  la emersión a aquel nuevo mundo  para los aspirantes fue total.  Dadas las siete en punto de la mañana, un sargento se paro en medio de del patio principal y llamo a formación a los galonistas, para darles instrucciones mientras los aspirantes veían impresionados  la rapidez y la disciplina. Luego de aquello  los galonistas rompieron filas y ordenaron a los reclutas por secciones (de lo cual ya los aspirantes tenían conocimiento pues al momento de inscribirse les fue asignada la sección a la que pertenecerían) que iban de la A a la F.  Cada una de ellas tenía un cabo que estaría a cargo, los cuales mostraban cara de pocos amigos.  Los aspirantes aun vestidos de civil  empezaron a recibir  las primeras instrucciones y las palabras de bienvenida por el oficial a cargo de los nuevos reclutas, el subteniente de infantería  Gerardo Ángel Francisco Leche Marroquín.

En aquella primera semana la exigencia física no se hizo esperar, así como el empezarse a familiarizar con aquel nuevo leguaje  y costumbres, de la misma forma  recibieron sus uniformes y botas, que en la mayoría de los casos le s quedaban grandes, dado que aun tenían el tamaño y la talla de niños. Dichos uniformes tuvieron que ser  en algunos casos desarmados completamente  y construidos nuevamente para que les tallaran y a las botas ponerles algodón en la punta, para que no les quedaran tan flojas.  Toda aquella primera semana, fue de instrucciones, sin recibir clases académicas y sin la presencia del batallón de caballeros alumnos en su totalidad.

A la semana siguiente, se presentaron los aspirantes, portando el uniforme verde olivo, gorra y botas, solamente con los gafetes  que identificada el nombre de pila y la institución a la que pertenecían (Hall Central)  y ninguna insignia puesta en el uniforme.  Desde un inicio se les concientizo acerca de la dignidad con la que se debe portar el uniforme y no es cuestión únicamente de portarlo, si no portarlo con honor y gallardía.

Oxwell L’bu
Foto: Hugo Letona R.   

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