“Una familia hallista”
Entre filas nos hermanamos y si a eso le sumamos, el compartir la misma madre y padre, eso, es llevarlo en la sangre...
Cuando estaba por terminar, mi educación primaria, mi padre me sorprendió, al plantearme la posibilidad, de estudiar, en un establecimiento de esos que tienen tradición y trayectoria en la capital. Yo que lo único que quería, era seguir estudiando, en el instituto de la colonia, junto a mis compañeros de tantos años, aquello para mi fue una difícil decisión.
Mis padres pusieron frente a mi un par de posibilidades y no tardo en surgir una tercera, aquella que para mi hermano mayor fue de su predilección, pero debido a su enfermedad, aunque lo intentó, no pudo ingresar y al poco tiempo falleció.
Fui hacer los exámenes de admisión y los pase. Aún me faltaba el del Hall, el cual no solo planteaba el reto académico, sino también el físico y el mostrar que se tenia la actitud para aspirar. No se, si por aplicado o por suerte, en los tres establecimientos, obtuve la oportunidad de ingresar. No sabía por cuál decidirme, aún que en memoria a mi hermano, mi corazón se inclinaba al Hall. Algunos conocidos y vecinos que habían estudiado un año o un par de años allí, me disuadían, diciéndome que por mi físico y estatura no lograría estar más que unos meses y que realmente, sería casi un milagro si llegara a fin de año.
Aquellos comentarios me retaron, así que, deje de lado, cualquier otra posibilidad y me abrace con todas mis fuerzas a mi oportunidad de ser hallista.
Todo el que ha estudiado en el Hall, sabe lo implica aquel primer año, es más que un reto, pues a decir verdad, no todos llegan al 1ero de marzo, el día del hallista, día en que se reciben el birrete y la charreteras, distintivos del caballero alumno.
Poniendo todo mi empeño, me las arregle no solo para llegar al fin del año, sino a pasar al siguiente y para mi sorpresa, pese a haber sido testigo de los sacrificios que aquello implica, pues uno se levanta a la 4:30A.M para prepararse y salir a esperar el bus y muchas veces regrese ya casi de noche, ha hacer tareas, a planchar el uniforme, lustrar las botas y pulir las insignias y otra serie de cosas y en oocaciones se tienen actividades los sábados en fin, una exigencia superior a la de los otros establecimientos civiles, mi hermano manifestó su deseo de estudiar en el Hall.
Así que con su propio esfuerzo y dedicación, el también obtuvo la posibilidad de ingresar al instituto e integrarse a la promoción 26, el enfrentó sus propios retos, pues en el instituto no valen recomendaciones, nada te lo regalan todo se gana por el propio esfuerzo.
Años más tarde, mi hermano menor, también tomó el reto de ingresar al instituto, ya para esos años tanto mi hermano como yo, ya no estábamos en el instituto. El tomo los exámenes de admisión y también obtuvo la oportunidad de pertenecer al instituto y se integró a la promoción 32.
Quizás sin pretenderlo, mi hermano mayor sembró esa semilla que floreció en nosotros, ya que fue él, el primero en poner sus ojos en el Hall y de no haber sido por esa enfermedad, es seguro que el se hubiera integrado a las filas de los hijos del honor y la ciencia.
Oxwell L’bu copyrights 2020