. “Cuando llegaban los antiguos”
Si el sargento encargado y sus galonistas, nos hacían dejar el alma, en la pista, cuando se agregaban los antiguos, ese era otro nivel, que te hacía preguntarte, qué hacías realmente en aquel plantel...
La primera semana había transcurrido, para los aspirantes. Habían recibido ya, el uniforme verde olivo, sin insignias, las botas y la gorra. Uniformes que debían de tallar a su medida, porque no habían tallas para niños. Prácticamente algunas mamás, se veían en la tarea de desarmar dicho uniforme, córtale y volverlo a coser. Con las botas era otra historia, era lustrarlas hasta sacarle un brillo reluciente y usarlas con algodones en la punta para que se ajustaran al tamaño del pie de aquellos niños.
Aquel sería su primer día uniformados y por primera vez tendrían ese encuentro con los antiguos y empezarían las clases regulares, pues la primera semana era solo de adaptación. Los antiguos en su mayoría, hacían que pesara la antigüedad y por primera vez los nuevos empezaban a valorar cada barra en las charreteras.
Los antiguos, principalmente los de segundo año, que acababan de pasar de nuevos a neutros, comían ansias por demostrar su antigüedad sobre los nuevos. Aquel primer día, era el día que marcaba en definitiva una nueva etapa, en la que pasarían de niños a adolescentes y de los cuales se esperaba un carácter de hombres.
Algunos durante aquella primera semana, solicitaban su baja, pues era mucha la presión, otros por orgullo o por demostrarse que también podían, estoicamente enfrentaban el reto. Durante cerca de dos meses, serían grama, sin distintivos y sin insignias, pues esas hay que sudarlas y ganarlas, pues no cualquiera llegaba a aquel ansiado primero de marzo.
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