“Esas paradas en el campo Marte”
Después del 1ero. de Marzo, la siguiente meta, era hel 30 de junio, el dias del ejército, para poder portar con gallardía ese uniforme de gala, que en los hallistas relucía.
Llegar a ser fusilero, era todo un reto, pues el fusil M-1, con la bayoneta, casi era del tamaño de algunos, que aspirábamos a ser parte de un pelotón; su peso, hacia que se resintieran los brazos y en las prácticas llegaba al punto de que se nos dormía el hombro. Pero aprendimos a no claudicar y ha no dejarnos vencer.
Luego de practicar y disciplinar nuestra voluntad, a fuerza de querer, pasamos a ser parte de una de las compañías y aquello implicaba, por primera vez portar el uniforme de gala y desfilar por las calles y avenidas principales de la capital. Abordamos el bus, en las instalaciones del instituto, el cual nos llevaría al centro de la ciudad. Una vez allí pasábamos inmediatamente a formar, escuchábamos las órdenes dadas por la corneta, a los caballeros cadetes y luego sabíamos, que salíamos nosotros. Pocos minutos después, se escuchaba, la voz sonora y ronca del comandante del batallón de caballeros alumnos, diciendo: -Por la derecha, alinear, atención firmes (Secundado por la corneta) y luego. - Al hombro armas y así iniciaba, aquel desfile que sería inolvidable.
Luego del recorrido, en el cual hasta se nos olvidaba el peso del fusil, por la emoción y ese orgullo sano de lograr algo por propio esfuerzo. Nos desplazábamos hacia el campo Marte, donde esas “paradas” se volvían interminables, pero en las cuales en ningún momento se perdía, la postura y gallardía.
Oxwell L’bu copyrights 2019
Después del 1ero. de Marzo, la siguiente meta, era hel 30 de junio, el dias del ejército, para poder portar con gallardía ese uniforme de gala, que en los hallistas relucía.
Llegar a ser fusilero, era todo un reto, pues el fusil M-1, con la bayoneta, casi era del tamaño de algunos, que aspirábamos a ser parte de un pelotón; su peso, hacia que se resintieran los brazos y en las prácticas llegaba al punto de que se nos dormía el hombro. Pero aprendimos a no claudicar y ha no dejarnos vencer.
Luego de practicar y disciplinar nuestra voluntad, a fuerza de querer, pasamos a ser parte de una de las compañías y aquello implicaba, por primera vez portar el uniforme de gala y desfilar por las calles y avenidas principales de la capital. Abordamos el bus, en las instalaciones del instituto, el cual nos llevaría al centro de la ciudad. Una vez allí pasábamos inmediatamente a formar, escuchábamos las órdenes dadas por la corneta, a los caballeros cadetes y luego sabíamos, que salíamos nosotros. Pocos minutos después, se escuchaba, la voz sonora y ronca del comandante del batallón de caballeros alumnos, diciendo: -Por la derecha, alinear, atención firmes (Secundado por la corneta) y luego. - Al hombro armas y así iniciaba, aquel desfile que sería inolvidable.
Luego del recorrido, en el cual hasta se nos olvidaba el peso del fusil, por la emoción y ese orgullo sano de lograr algo por propio esfuerzo. Nos desplazábamos hacia el campo Marte, donde esas “paradas” se volvían interminables, pero en las cuales en ningún momento se perdía, la postura y gallardía.
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